Hola, enamorada
Te escribo desde la penumbra de mi habitación, donde la luna se alza orgullosa sobre el firmamento negro y denso de la noche.
¿Qué puedo decir? No me lo esperaba. Sé que tenías muchas esperanzas, quizá más que yo, en que esto saliera bien.
Él fue la llave de la esperanza que abrió la puerta que yo misma había cerrado tantos años atrás. Él me dijo que confiara en él, pues además de en mí misma, o en la parte oscura de mí misma, también podía confiar en otra persona. En él. Y así lo hice.
Su luz arrebató mi oscuridad y viví los momentos más extraños y felices de mi vida.
¿Extraños? Sí, así es, pues este corazón poco amor había visto, y aunque fuera un espejismo él me lo mostró y yo lo gocé como la chiquilla que se queda prendada del primer amor de su vida.
¿Bonito? sí, lo fue. Pues en esta noche lánguida y silenciosa te escribo los recuerdos de tiempos felices, ya que él abrió la puerta de la felicidad pero oxidó los goznes con la mentira.
¿De quién, entonces, puedo fiarme? ¿A quién puedo entregarle mi amor? ¿Vale la pena si este es el riesgo?
Siempre tuya, Alma Gris